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El día que morí



Un día, en un momento, a mitad de una gran tormenta... comencé a morir.

He pasado mucho tiempo tratando de encontrar la forma de explicar mi muerte... Pero no te alarmes, no ese tipo de muerte, esta otra muerte de que te hablo es distinta, tenme paciencia y no te pierdas, por fin estoy lista para romper el silencio y conversar, ¿sigues ahí?.

No puedo decir con precisión cuando fue que comenzó, ahora creo que inició desde el primer momento, pero en en el tiempo preciso, cuando era necesario se agudizo... Digamos que viajaba despreocupada tratando de seguir la ruta, esa que va por el camino estrecho, ya había recorrido un buen tramo y los obstáculos no eran algo extraño, en cierta forma creía estar lista para seguir sus pasos, hasta que la tormenta arreció...

No te voy a hablar de las tormentas porque seguramente tu ya has pasado por ellas, y como yo, reconoces cuando los vientos comienzan a soplar y a sacudirlo todo, hasta el punto en el que tu vista se nubla y seguir con los sentidos se vuelve prácticamente imposible, esos momentos en los que la fe es imprescindible. En ese instante, cuando no alcanzaba a ver lo que venía delante, me desorienté y hasta creí haber perdido el rumbo; fue ahí que me enfrenté a mi más grande enemigo...

Para sorpresa mía, no era un dragón gigante con enormes colmillos, no parecía tan amenazante pero era mucho más poderoso, al principio y en medio de la confusión, yo tiraba golpes al aire, luche con todas mis fuerzas, pero nada...

Estaba cansada y debo confesar que me di por vencida, me cansé de buscar fuera lo que se encontraba dentro; en el más duro momento, levanté la mirada y en un espejo lo encontré... ¡He ahí mi enemigo!.

Hubo silencio...

No podía dar marcha atrás, había encontrado lo que estaba buscando, era cuestión de vida o muerte, tenía que tomar la decisión, mi verdadero enemigo tenía rostro y para sorpresa mía, ese rostro era demasiado familiar... En ese instante mi vista se aclaró, y comprendí lo que era necesario, y yo necesitaba morir.

Entendí que las buenas intenciones nunca son suficientes, que el auto control no es dominio propio, que para seguir por este camino es necesario ser radical, que si la muerte no es voluntaria no se puede ser discípulo, que la semilla tiene que morir para que lleve fruto y que si pierdes tu vida, entonces la hallas...

El día que morí... comencé a vivir

A veces tengo que morir muchas veces en un solo día, muero cuando decido no enojarme, cuando decido servir, cuando estoy cansada y doy un extra, cuando logro callar a mi enemiga, cuando logro amar lo que no es amable, cuando veo a mi Maestro y quiero ser más como Él...

Se llama crecer y ¡duele!.

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