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Mi jardín...



Tengo un pequeño espacio en la parte trasera de mi casa que no se merece el nombre de jardín, pero intenta serlo, y hace un tiempo se llenó de hierba silvestre... En pocos días (o semanas) esta hierba, se apoderó de ese espacio y de un momento a otro comenzó a cubrirlo todo, quería voltear la mirada e ignorar la situación, pero llegó el punto en el que me fue imposible, sobre todo cuando se trataba de tender la ropa para secarla al sol.

No soy muy afecta a los jardines y no es que no me gusten, sino que simplemente soy de esas personas a las que se le mueren hasta las plantas artificiales, con vergüenza debo admitir que siempre olvido ponerles agua; pero esa es otra historia...


Me pare frente a la puerta del jardín, y más por necesidad que por ganas tomé unos guantes y unas bolsas de basura para iniciar la travesía, la única opción era arrancar de raíz aquella intrusa que se había apoderado de mis ocho metros cuadrados. Comencé en cuanto todos se fueron... me imaginé lista para la batalla, ¡ellas o yo!, unas simples plantas no iban a doblegar mi espíritu...


Estas plantas estaban bien arraigadas a la tierra, tenía que jalar desde abajo para sacar toda la raíz y evitar que volvieran a crecer; comencé (como siempre que comienza uno algo) muy entusiasmada, en cuclillas jalando y guardando en la bolsa, al poco rato las gotas de sudor comenzaron a rodar por mi frente, en muchos momentos tenía que jalar con las dos manos y hacer palanca con todo mi cuerpo para arrancar las profundas raíces de estas intrusas, al poco rato comencé a encontrar gusanos azotadores que guarde en una bolsa aparte, lo que pensé que iba a ser una tarea de unos 40 minutos se convirtió en una proeza de 4 largas horas bajo el sol. A la mitad tome una pausa para ir por agua y cambié el entusiasmo por determinación...


Terminé casi a la hora de la comida, agotada y con cuatro bolsas llenas de hierbas y media de gusanos... UFFF!!!


Tuve una mañana muy productiva y mientras iba dejando al descubierto la tierra debajo de toda esa hierba recordé muchos momentos de los últimos cinco años, mis años en Colima, al igual que mi jardín mi corazón necesitaba una buena limpieza...


Cuantas veces nuestros corazones se llenan de amargura qué hay que arrancar de raíz, de enojos profundos que necesitan ser desenterrados, de miedos y desconfianza que se esconden debajo del maquillaje, de heridas y dolor que no soltamos, de la arrogancia de pensar que somos buenos o capaces, de envidias, de duda, de temor y de tantas cosas que al igual que las hierbas y los gusanos nos quitan la belleza.


Me encantó esa mañana, porque entendí tanto de tantas cosas... De cómo nuestro Padre tiene el cuidado de arrancar, de jalar, de restregar, de cavar, de limpiar; me gustaría decirte que al final mi jardín quedó luciendo como esos de las revistas, bellos y llenos de colores, pero no fue así, quedo limpio y con la tierra alborotada, casi pelón y sin mucha gracia. Quiero creer que quedó listo para embellecerse y útil para tender mi ropa.


Igual que yo en mis primeros años en Colima, cuando pensé que estaba lista, Dios tuvo que preparar mi corazón: arrancó, jaló, desarraigó, restregó, cavó profundo, limpió y quitó lo que estorbaba, entiendo que el dolor era necesario y que nada carece de propósito. Ahora se que cuando creí estar lista, no lo estaba y por lo pronto creo que comienzo a ser más útil...


Gracias a Nuestro Padre que nunca se da por vencido, y está determinado a terminar lo que empezó, solo nos toca dejarlo trabajar... sin olvidar que ese “solo” lleva toda la implicación.






“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.... Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada pueden hacer.” Juan 15:1-2,5

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